miércoles, 23 de septiembre de 2009

nota mental / n3*

Acopla el sonido en la habitación. Rebota en objetos metálicos y vibran. Una guitarra puntea notas que me apuntan en la cabeza. La ambivalencia es un asesino en serie; si le dejás un poco de espacio, sin que te des cuenta lo toma todo. Comienza haciendo pocas preguntas simples y aptas para parecer que todo sigue normal, porque vamos, todos nos hacemos preguntas. Pero mas luego la intensidad de su maldad crece y las preguntas generan otras preguntas, por un resultado de que las respuestas brillan por su ausencia. Es como una cadena que no se le ve el fin. (¿En qué parte estaba?). Recuerdo un sol que brillaba en el agua de un río, lo recuerdo. Era el mismo sol que nos hacia sentir calor hasta transpirar pero producía sonrisas. En el mar es distinto. No quiero sonido de ciudad. Quiero el sonido del agua salada tirándose arriba de las rocas y no escuchar nada mas tal vez por minutos o por horas. Cuando lo ambivalente se apodera de tu estado de ánimo, puede ocurrir que sea transitorio. Rogá para que así sea. Si se instalase en todos los rincones... no, no conozco a nadie que haya podido erradicarlo. (Vuelvo ahora). Llevame al mar, o mejor no. Llevame donde luego el lugar te hable de mi. La guitarra casi deja de sonar y suena un último acople. Silencio.

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