domingo, 28 de junio de 2009

de mi *

Era una tarde de sábado similar a otras. Luego de una siesta, mis manos se pusieron a trabajar para intentar aliviar el dolor en su espalda. En un momento, su cabeza se puso entre mis piernas mirando hacia el techo. La pequeña luz que existía en el cuarto, tomó las formas de su rostro y en ese momento sentí un corazón que dobló la cantidad de latidos. ¿Podía ser posible tanta hermosura en una sóla persona?
Intenté reponerme de mi estado atónito, y seguir con mi misión de calmar su dolor corporal. Pero me fue casi imposible. Mis ojos no podían dejar de mirar el esplendor que irradiaban sus formas. Y mis manos, sólo querían recorrer su rostro, palpar sus formas, volver a conocerlas una y otra vez.
Él se dió cuenta que yo estaba como ida, a lo cual se lo admití, estaba desconcentrada recordando la primera vez que habia tenido su rostro de esta forma.
Es increible las miles de sensaciones que corren en el cuerpo. No se trata sólo de decir que es algo "del interior" porque cuando realmente sucede, causa un efecto físico que no tiene comparación.

Ahora en el exterior llueve. Yo vuelvo a imaginarlo y extrañar se vuelve tan dificil.

Lo admito: amo a esta persona como a nadie antes. Lo hago y quiero hacerlo para el resto de los días que me queden con vida. Lo repito: no es sólo un sentimiento, es elegirlo cada día y tomar mi compromiso de vivir para que él sea feliz. Lo aseguro: él, es el único hombre para mi, no existe nadie que pueda superarlo.
Y si hay algo que puedo pedir a Dios, es que me dé la capacidad de demostrarle lo que puedo ser y hacer con este corazón que no es perfecto, pero cada día se esfuerza para darle lo que él merece.

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