lunes, 9 de noviembre de 2009

obra en construcción *

Gotas de lluvia caían en el vidrio delantero del auto. El me dejó en la puerta de la que aún es mi casa. Llegué a mi habitación, y aún persiste el silencio del entorno. Sin sol en el cielo y una cierta oscuridad que eso produce, me preparé un café espumoso, me descalcé, y encendí mi ordenador. Cierro los ojos y me lleno del silencio. La primera sensación que tengo es de un recuerdo cercano. Es él, está recostado en la cama mirando hacia algún lugar. En la otra punta estoy yo, encantada, tildada. ¿Cuánto se puede sentir por una persona? ¿Qué medida es válida para responder algo así, si todo pareciera quedar pequeño? ¿Cómo se explica? Al rato me mira y me pregunta si estoy bien, le intriga saber por qué permanecía mirándolo fijo.
En el cómo, se responde el cuánto.¿Cómo somos capaces de amar? ¿Qué estamos dispuestos a dar, a dejar, a cambiar, a vivir?
Construir siempre fue nuestro objetivo. Con pequeñas y grandes acciones, de actitudes sinceras, de gestos amables y cálidos. De sonrisas aún cuando es difícil crearlas.
Tal vez no me haga falta ejemplificar con alegorías o simbolismos el cuánto, sino que debería contarle que lo que siento no ha cambiado, sino que hace que cada uno de mis días sigan teniendo como objetivo completarlo, llenarlo, hacerlo sentir un espacio lleno de cosas buenas.
¿Cuánto es, entonces, un ser viviendo por la felicidad el otro?
Se podrá cuantificar la respuesta, en el punto exacto del camino donde se encontrará la construcción de un castillo inmenso.

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